ME PODRÁS ROMPER LA MANO PERO NUNCA LA VOZ

Ante el gravísimo problema de la violencia de género, ya sea física, verbal o psicológica, los jóvenes del Pirineo Navarro queremos reivindicar la injusta diferencia de derechos y libertades entre ambos géneros.

La violencia de género, cuya persistencia es diaria, nos afecta desde los factores más leves, como las miradas, los piropos… hasta llegar a la violencia física, como los golpes, la violación o la explotación sexual. 

La lucha contra la violencia de género es una tarea común. Es un maltrato que empobrece nuestra sociedad, es un atentado hacia los derechos humanos y hacia la dignidad de las personas, pero no somos capaces de verlo, ¿o sí, y no hacemos nada? 

Es necesario dar visibilidad a un problema tan grande, pero no solo basta con darle un día, la lucha la tenemos que llevar a nuestra rutina diaria. No podemos ser cómplices del silencio, tenemos que salir ahí y luchar por lo que es nuestro, por lo que nos han quitado y muchos no nos quieren devolver, por nuestro derechos. 

La educación impartida durante siglos no es fácil de cambiar de un día para otro. Esto es un largo proceso de aprendizaje, en el cual, para avanzar, hay que poner de tu parte. 

Se debe poner en marcha un nuevo modelo de educación, más volcado en el tema, es decir, dándole la importancia que se merece. La base y el origen de todo esto, igual que de casi todo en la vida, es la educación. 

La educación sexual es la clave para terminar con esta violencia, nadie es más que nadie y eso tendría que quedar grabado en la mente de toda persona.

Se trata de cambiar la forma de ver el mundo en el sentido de los adultos y, en el caso de los niños y niñas, conseguir que crezcan con esos valores inculcados. 

Al igual que desde la infancia se aprende acerca del sexismo, se podría aprender también acerca de la igualdad.

Nada justifica que una persona a día de hoy pueda seguir ejerciendo esta violencia, ya que los factores o hechos que perjudican o excluyen a un grupo social, están para cambiarlos. En estos momentos no sirve el “toda la vida se ha hecho así” u otro tipo de frases que utilizan los agresores para intentar justificar sus hechos.

Todos y todas deberíamos plantearnos una pregunta y reflexionar: ¿de verdad estamos haciendo algo para que esto cambie? Si tanto nos preocupa la situación tenemos que contribuir en el cambio hacia la igualdad, sin miedo a que se nos oiga.

El sistema patriarcal es el culpable de todo esto. En este sistema, el hombre ocupa un lugar de privilegio, mientras que a la mujer se le considera como un complemento útil para el desarrollo biológico de los humanos. 

Se podría decir que el hombre tiene la función de decidir y la mujer la de obedecer. En este sistema se reafirma la misoginia, es decir, el odio hacia las mujeres y niñas.

La violencia contra las mujeres desaparecerá cuando las mujeres dejemos de ser ciudadanas de segunda y cuando la sociedad esté basada en la igualdad. Desaparecerá cuando se deje de usar nuestra imagen como objeto de consumo. Pero, sobre todo, desaparecerá cuando exista una educación verdaderamente no sexista donde las niñas y los niños tengamos un futuro con las mismas posibilidades.

“Ni santas ni putas. Sólo mujeres”

Ainhoa, Maite, Jaione y Julen.

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